ANDREU MISSÉ - Bruselas - 02/01/2008 La creación del Grupo de Reflexión para analizar qué debe ser la UE en el horizonte de 2020 o 2030 ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre las fronteras de la Unión. La iniciativa de crear este grupo de sabios para definir los límites de la Unión fue promovida por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, con el objetivo de torpedear el acceso de Turquía, rompiendo así el acuerdo de la UE de octubre de 2005 e intentando paralizar las negociaciones de adhesión desarrolladas desde entonces.
El Consejo Europeo del pasado diciembre diluyó sustancialmente las ambiciones del líder francés al no hacer ninguna referencia explícita a las fronteras de la Unión, ni detener las negociaciones con Ankara y, sobre todo, al nombrar como presidente del grupo de expertos al ex presidente del Gobierno español Felipe González, un probado federalista y ferviente partidario del ingreso de Turquía en la UE.
El pasado agosto, Sarkozy lanzó una batería de preguntas a los líderes europeos del siguiente tenor: "¿Dónde están las fronteras de la Unión?", "¿debería tener fronteras la Unión?", "¿las nuevas ampliaciones son compatibles con la continuidad del proceso de integración?". A ninguna de estas cuestiones dio respuesta concreta el Consejo Europeo del pasado diciembre. En sus conclusiones, sin embargo, se dejaba una puerta abierta al análisis de estas materias, aunque con el lenguaje ambiguo comunitario resultado de las habituales múltiples componendas. "En su labor", señalan las conclusiones, "el Grupo de Reflexión deberá tener en cuenta las evoluciones probables dentro y fuera de Europa y examinar en particular qué es lo más favorable a largo plazo para la estabilidad y la prosperidad tanto de la UE como del conjunto de la región".
Una pequeña percha. Para José Ignacio Torreblanca, director de la Oficina de Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), "esta expresión significa que la cuestión de las fronteras de Europa y las relaciones de la UE con Turquía, en el fondo, todavía está al acecho". En su opinión, el Grupo de Reflexión "debería convertirse en un interesante foro para movilizar el debate público sobe los desafíos futuros de la UE en el horizonte de 2020 como la economía, la demografía, la política y la seguridad".
La preocupación de Francia por las fronteras de la Unión y, sobre todo, por el acceso de Turquía se disparó tras el rechazo de los franceses al Tratado Constitucional en 2005.
Muchos analistas interpretaron el no al tratado como una expresión de la oposición a la Europa ampliada con nuevos socios, que podían poner en peligro sus conquistas sociales y favorecer las deslocalizaciones de empresas. Para muchos, la ampliación era como una globalización de menor talla que sólo podía acarrear males. El apoyo a la ampliación ya venía descendiendo desde su punto álgido en 2001 y coincidía con la extensión de la crisis económica europea.
En junio de 2006, Francia logró que la UE incorporase parte de su tesis sobre la llamada "capacidad de absorción". París reinterpretaba ese concepto, acordado en Copenhague en 1993, en un documento interno en el que lo definía con los siguientes elementos: "La aceptación por la opinión pública de los Estados miembros, el mantenimiento del poder de las instituciones europeas, y asegurar la capacidad de las políticas y recursos financieros de la UE para hacer frente a nuevos socios". El consejo de junio de aquel año recogió parte de estas ideas.
¿Cómo se tiene en cuenta la opinión de los ciudadanos? Francia, por si acaso, ya había tomados sus propias medidas. En marzo de 2005 cambió su Constitución, de manera que después de la incorporación de Croacia (probablemente en 2009), ningún otro país podrá incorporarse a la Unión sin un referéndum positivo en Francia.
La aprobación del Tratado de Lisboa el pasado diciembre ha resuelto la crisis institucional, aunque está pendiente de ratificación por todos los Estados, y creado otro clima menos desfavorable a la ampliación. La opinión de los ciudadanos ya había empezado a cambiar en la pasada primavera. El último Eurobarómetro sobre este asunto, publicado el pasado junio, señalaba que un 49% de los europeos estaba a favor de la ampliación, tres puntos más que la muestra anterior.
A medida que la Unión se ha ido ampliando y se establece un marco jurídico como el del reciente Tratado de Lisboa, que consagra las desvinculaciones (opting-out) en materias importantes como las de Justicia e Interior o la Carta de Derechos Fundamentales a Reino Unido, Irlanda y Polonia, los perfiles de la UE son cada vez más difusos.
Para el comisario de Ampliación, Olli Rehn, "la integración diferenciada o las cooperaciones reforzadas entre Estados ayudarán a la UE a mantener su dinamismo, permitiendo a algunos Estados miembros empezar nuevos proyectos, por ejemplo, en justicia, libertad y seguridad, que después serán adoptados por el conjunto de la Unión". Pero advierte de que "sólo los proyectos abiertos a los demás Estados que deseen y puedan participar sobrevivirán a lo largo de los años".
Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea (CER, en sus siglas en inglés), en su trabajo Las borrosas fronteras de Europa, concluye que "a largo plazo, ser miembro de la Unión significará diferentes cosas para diferentes países, con algunos más integrados que otros, que se convertirán en los grupos de vanguardia". En su opinión, "las diferencias, derechos y privilegios que disfrutarán los Estados miembros y los no miembros serán cada vez más borrosas".
En los próximos años, habrá países que adopten el euro como moneda o suscriban el acuerdo de Schengen sobre la libre circulación de personas (como ya ocurre con Islandia y Noruega, y a partir de enero, Suiza) y, sin embargo, que no deseen la pertenencia plena a la Unión. Con la incorporación de Croacia, probablemente acabe una etapa de pertenencia nítida a la Unión.
El futuro se perfila más complejo e indefinido. La UE podría seguir creciendo hasta 44 o más Estados, en círculos concéntricos, pero con un grado de integración distinto y, por tanto, con fronteras más difusas. Lo determinante será que crezcan el peso y la voz de Europa en el mundo y su influencia para asegurar la paz.
Article publicat a El Pais el dimarts 2 de gener de 2007